Un día
como hoy, 21/11/1694, nació Francois-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, uno de los pensadores más influyentes de su época. Fue un intelectual
comprometido, que puso varias veces en juego toda su seguridad y el gran prestigio
ganado como hombre de letras, por denunciar injusticias y abusos de poder. Con su
activismo pretendía transformar la realidad político-social, particularmente de
Francia. Fue un intelectual «mediático», un maestro en saber llegar a la
«opinión pública» través de las gacetas,
libros y cartas (las redes sociales de aquél entonces). Muy irónico e
imaginativo, fue el inventor de la famosa anécdota de Newton descubriendo la ley de gravedad al
caerle encima una manzana del árbol bajo cuya sombra reposaba. Durante las dos últimas décadas de su vida,
Voltaire se consagró a expandir por Europa, bajo distintos pseudónimos, una
serie de escritos que fueron desaprobados, prohibidos y quemados, liderando
campañas a favor de víctimas de atropellos judiciales, movilizando a una
opinión pública que recién comenzaba a tenerse en cuenta. Participó en todos
los combates contra el fanatismo, intolerancia y abuso de poder. Su única arma era
una ironía dialéctica, que le costó estar un año preso en la Bastilla (1717) y tener
que huir años después a Suiza para no volver a ser aprehendido.
Era un auténtico
librepensador, que veía en la historia una fuente para aprender de los errores
del pasado, entre ellos las Guerras de Religión que asolaron Europa occidental
y norte de Europa, entre 1524 y 1697, iniciadas en simultáneo con la Reforma
protestante. Si bien no siempre guardaron relaciones entre sí, todas estas
guerras estaban fuertemente influidas por los cambios en el paradigma religioso
y el conflicto y la rivalidad a que dieron lugar.
En su Tratado sobre la tolerancia (1763), Voltaire escribe: “Para que un gobierno no tenga derecho a castigar
los errores de los hombres, es necesario que tales errores no sean crímenes:
sólo son crímenes cuando perturban la sociedad: perturban la sociedad si
inspiran fanatismo; es preciso, por lo tanto, que los hombres empiecen por no ser
fanáticos para merecer la tolerancia.” Luego agrega ”No cabe mostrar ser tolerante con el fanatismo”, que es lo mismo
que dos siglos después dijera Popper “Tenemos
por tanto que reclamar, en el nombre de tolerancia, el derecho a no tolerar la
intolerancia.” (La sociedad abierta y sus enemigos” (1945). Claro que Popper se refería a los fundamentalismos contemporáneos,
los gobiernos totalitarios (nazis, comunistas, fascistas y populistas en
general).
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