lunes, 22 de noviembre de 2021

 Un día como hoy, 22/11/1963, fallece Aldous Huxley, autor de “Un Mundo Feliz” (1932), su obra puede considerarse un anticipo y advertencia sobre los peligros, e inminencia, de los desastrosos experimentos utópicos del siglo XX (Nazismo, comunismo, etc.). Es una novela de ficción en la que se describe cómo el intento de construir el sueño de un paraíso terrenal (utopía) termina en una pesadilla (distopía). Quién lee esta obra no puede dejar de pensar que es, para nosotros, un motivo de alivio que la mayoría de las utopías sólo hayan existido en la mente de sus creadores.

Después de la Utopía de Moro (1516) muchos escritores siguieron su ejemplo de utilizar sus utopías como medio para criticar los males de la sociedad. Esta costumbre se generalizó en el siglo XIX, cuando la búsqueda de utopías fue alimentada por el gran avance de la ciencia, considerada la llave del progreso. Tuvieron especial influencia la teoría de la evolución de Darwin, cuyo mensaje de la selección natural fue pervertido al convertírselo en “darwinismo social”, una propuesta de mejora humana en base a las lecciones de la «supervivencia de los más aptos» pero aplicada a las razas y sociedades. Asimismo, los descubrimientos de Mendel se pervirtieron en eugenesia, que prometía una forma activa de mejorar y purificar la raza humana, incluyendo medidas como la esterilización obligatoria. La teoría de Marx sobre el fin del capitalismo y advenimiento inevitable del socialismo, la desaparición de las desigualdades sociales, etc. Con cada invento aparecieron nuevos mundos felices. Después la psicología y medicina llevaron a la creencia de que hasta el carácter humano estaba al alcance de una transformación utópica, todo esto allanó el camino para varios de los horrores del siglo xx.

Consolidada la creencia de que era posible concretar en la tierra las promesas del paraíso (el reino celestial) se realizaron intentos inmensamente ambiciosos y equivocados para reformar la sociedad, aplicando la ciencia y la ingeniería social con ciertos parámetros ideológicos totalitarios populistas, que solo pudieron exhibir la capacidad del ser humano para transformar los sueños utópicos en pesadillas. Ocurrió en la Alemania nazi donde se  concretaron las espantosas consecuencias de la eugenesia y la política racial; la utopía comunista de Marx y Engels que se concretó en la colectivización agrícola y los gulags de la Rusia de Stalin; la Revolución cultural de Mao y su Gran Salto Adelante que impusieron por la fuerza la esterilización y una censura implacable. Estos experimentos sociales causaron la muerte de no menos de 100 millones de personas. “Un mundo feliz” de Huxley anticipa y advierte sobre los peligros de los experimentos utópicos, es uno de los grandes clásicos distópicos del siglo XX (junto a “1984” de H. G. Wells).


En “Un mundo Feliz” la estabilidad social se logra al costo de una existencia anónima inducida por drogas y lavado de cerebro en un sistema de castas manipulado mediante la eugenesia. La sociedad se divide en cinco castas, desde los Alfas dominantes hasta los serviles Épsilones. Cada individuo es incubado en un útero artificial, dentro de una especie de criadero, y después se le adoctrina para que acepte su lugar en la sociedad. A las castas más bajas se las contenta con el sexo promiscuo y el consumo de una droga alucinógena llamada soma. La comodidad y el orden logran abolir la ambición, el arte, el amor, la familia, la individualidad,  la curiosidad intelectual, incluso la libre voluntad. Huxley muestra sobre todo los horrores de un condicionamiento social extremo, un infierno ambiental, más que la eugenesia. Pero una lectura actualizada también puede alertarnos respecto a la clonación y la ingeniería genética, que pueden estar llevándonos hacia un «mundo feliz» en el que la libertad del cuerpo y de la mente podrían desaparecer, y que lo que está en juego en última instancia en lo que se refiere a la biotecnología es la propia base de la moral humana.

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