domingo, 5 de diciembre de 2021

 Un día como hoy, 5/12/1901, nació Werner Heisenberg, físico alemán Premio Nobel de Física en 1932 por su aplicación de la mecánica matricial a la teoría cuántica (1925), con ella podía pronosticar los mismos datos que predecía su rival Schrodinger (el señor de los gatos) con su famosa ecuación, aún vigente, pero que usaba matemáticas ondulatorias. Esto había dado lugar a una disputa respecto a cuál de los dos comportamientos de la naturaleza era el correcto, esta disputa fue luego resuelta por Dirac como equivalentes.

Heisenberg dirigió la investigación científica del proyecto de la bomba atómica alemana durante la II Guerra Mundial, de él dependió que Alemania no tuviese la bomba antes que los norteamericanos, hizo lo necesario para retrasarla alegando que era sumamente complicado, él sabía que su obtención hubiera cambiado el curso de la guerra y la historia, su ex compañero Born en cambio, que debió haber hecho lo mismo en EEUU (retrasar la obtención de la bomba) no lo hizo, probablemente detrás de este hecho esté la airada discusión que puso fin a la amistad entre los dos (Born y Heisenberg), ambos sabían que para cualquiera de ellos hacer la bomba era relativamente fácil. Al finalizar la guerra Heisenberg fue encarcelado en Inglaterra.
Entre sus numerosas obras el aporte teórico más importante fue la enunciación del Principio de Incertidumbre, cuyas consecuencias son de la misma importancia que puede tener la teoría de la relatividad de Einstein. Este
principio de afirma que la velocidad (o momento) y la posición de una partícula en un instante determinado no se pueden conocer con exactitud: cuanto mayor es la precisión con que se mide una, menos se conoce la otra.
Heisenberg argumentó que el propio acto de observar una partícula la cambia, haciendo imposible un conocimiento preciso. Por lo tanto, no se puede predecir con certeza ni el comportamiento pasado ni el futuro de una partícula subatómica, es decir: “El determinismo ha muerto”.

Von Neumann interpretando a Heisemberg diría que si un átomo carece de posición o momento a menos que hayamos medido su posición o momento, entonces hay un mundo de cosas en sí mismas que se convierte en un mundo de apariencias merced a nuestra interferencia, y por tanto sólo podemos conocer el mundo de las apariencias.  (¿algo similar a lo que dice Platón?).


De acuerdo a la física clásica, de Newton, si el mundo que nos rodea es un mecanismo de relojería físico que está, ante todo, contenido en sí mismo: en el perfecto mundo físico determinista, sencillamente no hay lugar para ninguna intervención del exterior. Todo cuanto sucede en ese mundo está físicamente predeterminado, incluso nuestros movimientos y, por tanto, todas nuestras acciones. Así, todos nuestros pensamientos, sentimientos y esfuerzos no pueden tener ninguna influencia práctica en lo que sucede en el mundo físico: son, si no meras ilusiones, en el mejor de los casos, subproductos ("epifenómenos”) de acontecimientos físicos. Laplace, en base a la física de Newton, había ido más lejos al afirmar: “Una inteligencia que, en un instante dado, abarcase el conocimiento de todas las fuerzas de las que la naturaleza está animada y la respectiva situación de los seres que la integran, y fuese ella de amplitud suficiente para analizar todos estos datos, sería capaz de condensar en una fórmula, desde los movimientos de los cuerpos más grandes del Universo hasta los del más ligero átomo. Nada permanecería incierto para esta inteligencia y tanto el porvenir como el pasado estaría presente ante sus ojos».

El principio de incertidumbre echa por tierra este determinismo físico, para el cual cada acontecimiento físico en el distante futuro (o en el distante pasado) es predecible con cualquier grado de precisión, siempre y cuando tengamos suficiente conocimiento acerca del estado actual del mundo físico. A partir de Heisemberg, ya no se puede hablar de causa y efecto, sino sólo de posibilidad.  Si bien a Einstein y otros muchos esto les resultaba difícil de aceptar,  tuvieron que estar de acuerdo pues eso era lo que se desprendía de las ecuaciones.  La física había sobrepasado la experiencia del laboratorio y su método se afirmaba con firmeza en el reino de las matemáticas abstractas. Las consecuencias de la mecánica cuántica no sólo cambiaron nuestra vida cotidiana (todo lo que tenga un chip es cuántico, celulares, PC, electrodomésticos, etc.) sino nuestra interpretación del mundo y de la objetividad científica, así Niels Bohr (Nobel 1922) en su interpretación de la mecánica cuántica (interpretación de Copenhague) argumentó que los experimentos aislados no existen, que las intervenciones del observador determinan los resultados de los experimentos cuánticos. Con lo cual se pone en tela de juicio la propia objetividad de la ciencia.

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